De la resistencia a la democracia


Alrededor de un año después de iniciada la dictadura militar, un grupo de mujeres empezó a reunirse alrededor de la Pirámide en la Plaza de Mayo buscando visibilizar y compartir el reclamo por sus hijas e hijos desaparecidas y desaparecidos. Progresivamente, sus rondas se fueron haciendo cada vez más numerosas y comenzó así un proceso de reapropiación del espacio público de la ciudad en el que la Plaza se erigió como centro de la resistencia al régimen militar. Una vez terminada la dictadura y, con el correr de los años, continuó siendo el espacio público predilecto para hacer memoria, pedir verdad y reclamar justicia. Al histórico ritual de las rondas de cada jueves, se fueron sumando otros, como el de la ocupación de la Plaza por 24 horas en la llamada Marcha de la Resistencia o las multitudinarias marchas que cada 24 de marzo se realizan como un acto de memoria. La Plaza fue también el escenario elegido espontáneamente para manifestarse en contra de los indultos y, más recientemente, en la marcha contra el 2x1, que logró detener un fallo de la Corte Suprema que buscaba bajar penas a los genocidas. El movimiento de Derechos Humanos inscribió en la Plaza de Mayo su km cero e instauró allí sus primeras marcas, algunas de las cuales se convirtieron en símbolos y reaparecieron –y reaparecen aún en la actualidad– en nuevos espacios y contextos. Pero, al mismo tiempo, la Plaza de Mayo es una marca de memoria en sí misma, quizás, la más emblemática, la que da nombre a las Madres y a las Abuelas.

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